Las tormentas solares son un riesgo para el suministro de energía y las redes de comunicación. La agencia espacial estadounidense NASA ha construido una sonda destinada a investigar las causas de los misteriosos fenómenos solares.
El Sol nos regala luz y energía, posibilita la vida en nuestro planeta. Pero, también es una fuente de preocupación para los científicos. Una y otra vez, a intervalos irregulares, el Sol lanza gigantescas tormentas de plasma, enormes masas de partículas que se desplazan muy rápidamente por el cosmos sin previo aviso.
La última gran tormenta solar ocurrió en 2017 y la Tierra solo se salvó por poco. Fue completamente diferente en 2003, cuando en Malmö, Suecia, las luces se apagaron debido a sobrecargas en los transformadores y en Japón, que perdió el contacto con dos satélites. En 1989, las tormentas solares provocaron un apagón de seis horas en Quebec, incluida una falla en el suministro de calefacción urbana en pleno invierno.
Las tormentas solares aún siguen siendo impredecibles. Es por eso que la agencia espacial estadounidense NASA ha construido una sonda destinada a investigar la atmósfera exterior del Sol, la corona, y recopilar datos científicos durante siete años. Expertos de diferentes países participan en la misión "Parker Solar Probe", como, por ejemplo, el astrofísico alemán Volker Bothmer. Al mismo tiempo, la Agencia Espacial Europea ESA también ha enviado una sonda al Sol, el "Solar Orbiter". Esto muestra cuán serio se toman los científicos su objetivo en común: comprender mejor a nuestra estrella y cómo se desarrollan sus tormentas.